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Music-hall

de Jean-Luc Lagarce

Texte original : Music-hall traduit par Mariana Vlahussich

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La Chica.

La Chica venía así, del fondo, de allá, entraba, caminaba lentamente, desde el fondo del escenario hacia el público y se sentaba.


A veces, pasó varias veces, a veces porque la posibilidad de entrar por el fondo o porque el escenario no era lo suficientemente profundo, a veces también porque las luces habían tenido que ser puestas de otra manera, la Chica entonces, era una costumbre que tenía para enfrentar este tipo de situación, la Chica entraba por el costado en el fondo del escenario y entonces, debo decir que con bastante habilidad, realizaba un pequeño semicírculo para alcanzar el centro y avanzar, como si nada, hacia el público y sentarse en el mismo lugar, de la misma manera, lenta y desenfadada.


A veces también, una o dos veces, hace un año, a veces también, en el fondo del escenario, no había entrada alguna y, en esos casos extremos, pero que había que prever por si acaso, ya que hace un año y otras veces más, y en situaciones no previstas eso podía ocurrir, se había previsto que la Chica, aunque debía ser una excepción, la Chica estuviera ya allí, esperando en el fondo y cuando empezaba el espectáculo –pero siempre fue ella la que decidió cuando empezaba- cuando ella empezaba, avanzaba en línea recta hacia el público y se sentaba, siempre de la misma manera lenta y desenfadada.


Así, como si nada ocurriera.


También a veces, una vez, o dos, ya no lo sé y francamente es lo que pienso, a veces, una o dos veces, tres, admitamos cuatro, cuento, reflexiono y cuento, pongámosle cuatro veces, a veces, no sólo no había puerta de entrada en ningún lugar, ni en el fondo ni sobre el costado y, por otra parte –y esto es a lo que quiero llegar- y hay que reconocer que no era cualquier cosa –cuando vi eso hubiera llorado y aunque esa eventualidad estaba prevista nunca imaginé que un día debería utilizarla –recurrir a ella- por otra parte, el escenario era tan pequeño, de acá a acá, no más, que no permitía caminar, lentamente y con soltura, nada, absolutamente nada, había que admitirlo –hubiera llorado, es cierto, no me creen, parezco así, pero hubiera llorado- tan pequeño, sí, que la Chica, era la solución, estaba allí, ya sentada, como si nada, sí, ya, apretujada entre el fondo y el público, tan cerca uno del otro.


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