« Tengo que concentrar : poner mierda y sangre en vez de espíritu »
(Brecht, 20 de agosto de 1920)

Moralista paradójico, Rodrigo García vuelve a los orígenes del rito teatral – su función, su ambición, su impacto – activando todos los sentidos del espectador en una experiencia a la vez íntima y pública. Es porqué su teatro espera y exige una reacción : sensual e intelectual, intempestiva, dubitativa. Podríamos pensar que exagera cuando nos muestra detenidamente cómo cavamos nuestras tumbas, a ciegas, y a antes de tiempo. ¿Pero será realmente él, quien exagera ? Si él solamente se empeña en que el escenario sea como el ojo del ciclón, un espacio efímero, receptáculo del ruido y del furor de nuestras sociedades domésticas y guerreras. Aquí la exageración es la condición para medir el estado de las cosas.
Rodrigo García obra por la cristalización de nuestros « lugares comunes » ; busca el contacto con nuestros demonios y otras mitologías contemporáneas. En sus fábulas, nos muestra cómo la publicidad ha infiltrado todos los espacios de nuestra existencia : la publicidad se ha puesto la máscara de la política para gobernar en su lugar. Rodrigo arma y desarma lo que nosotros creemos conocer, pero que nos negamos a ver : nuestra creciente implicación personal dentro de este sistema. Y por esto mismo le pegan la etiqueta de « provocador ». Pero en realidad, ese sentimiento de provocación ¿ no será la prueba de que su trabajo despierta nuestra capacidad de ser unos espectadores aún vivos, aún capaces de maravillarnos, de juzgar y de indignarnos ? El insolente juego del teatro contra la mórbida seriedad de la comedia social.
Rodrigo García va avanzando sobre el campo minado del mundo ; lo pone a prueba, lo pone en escena, lo imita, lo exaspera hasta derrumbarlo sobre el campo del teatro. Y de este peligroso salpicar surge un arte frágil e inquieto, un arte de reflexión y de combate. Al rechazar la política del avestruz, nos invita a no perder la fe en los encantos de la representación. Como promesa de futuras sublevaciones, alegres y emancipadoras.
Desde hace unos años, sabe enfrentar el éxito y las trompetas de la fama mercantil. Irreductible a una moda que lo rodea y halaga, pero que se pone, una vez pasada la ola, a denigrarlo, Rodrigo supo frenar la espiral de una producción exponencial y privilegiar la artesanía de un proceso de creación que ahonda siempre más.
Es de notar que Rodrigo García, como Swift y Brecht, llama « propuestas » a sus espectáculos, sus vídeos y sus instalaciones. Nos toca a nosotros recibirlas y saber usarlas.

Philippe Macasdar,
Director del teatro Sant Gervais de Ginebra