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Music-hall

de Jean-Luc Lagarce

Texte original : Music-hall traduit par Marilú Marini

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La Chica.-La chica venía así, del fondo.


Allá


entraba,



caminaba lentamente


del fondo del escenario, hacia el público,


y se sentaba.


A veces, sucedió varias veces, a veces,


porque no había la posibilidad de entrar por el fondo,


o porque el escenario no era profundo,


u otras veces porque las luces estaban puestas de otra manera,


la Chica, entonces,


era una costumbre que había tomado para hacer frente


a ese tipo de incidentes,


la Chica entraba por el costado en el fondo de la escena y entonces,


bastante hábilmente debo decir, hacía un pequeño semicírculo y


se ubicaba en la línea central para avanzar,


«como si nada»


hacia el público


y se sentaba, en el mismo lugar, de la misma manera,


lentamente, con desenvoltura.


Otras veces, una o dos veces


y de esto no hace más de un año,


otras veces, en el fondo del escenario, no había ninguna puerta,


y en esos casos extremos,


pero era útil preverlos por las dudas,


porque no hace más de un año, y también otras veces


en circunstancias imprevisibles,


una situación así podía ser posible,


estaba previsto que la Chica,


pero debía ser una situación excepcional,


la Chica ya estaría allí,


esperaba en el fondo, y cuando iba a comenzar


-pero era siempre ella que decidía cuando-


cuando iba a comenzar, avanzaba en línea recta


hacia el público y se sentaba,


siempre de la misma manera, lentamente y con desenvoltura.


Así, «como si nada»


Otras veces, una vez,


dos,


no sé exactamente,


y estaría bien saberlo, francamente,


es lo que pienso,


a veces, una o dos veces,


tres,


digamos cuatro,


cuento, reflexiono y cuento,


pongamos cuatro,


a veces, no solamente no había puerta,


o lo que sea, ni en el fondo, ni al costado,


y por otro lado


-a eso quiero llegar-


y hay que reconocer que no era algo banal


-cuando vi eso, hubiera llorado, y aunque


esa eventualidad había sido prevista,


nunca imaginé tener que usarla, tener que recurrir a ella-


por otro lado


el escenario era tan pequeño, realmente,


de ahí hasta ahí, nada más,


que era imposible caminar, muy lentamente


y con desenvoltura, no,


francamente, hay que admitirlo


-hubiera llorado, es cierto, no me creen, nadie lo diría


pero hubiera llorado-


tan pequeño, sí, que la Chica,


era la solución,


que la Chica ya estaba ahí, sentada, como si nada, ya ahí,


sí, ya ahí,


apretujada entre el fondo del escenario y el público,


tan cercanos el uno del otro.


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